Sobre El Autor
El primer libro de David Yallop, titulado Para alentar a los otros, obligó al Gobierno británico a reabrir el caso de asesinato Craig/Bentley, que se había considerado resuelto y cerrado veinte años antes. El libro provocó un tumultuoso debate en la Cámara de los Lores, durante el cual lord Arran manifestó:
“Una de dos: o David Yallop es el peor bribón que se ha escapado de la horca en toda la historia británica o en relación con este caso de asesinato sólo ha dicho la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”.
El libro, sumado a un documental escenificado para televisión con libreto del autor, terminó por convencer a mucha gente, desde el anterior lord canciller de Gran Bretaña, lord Gardiner, pasando por lord Arran y lord Goodman, hasta escritores como Arthur Koestler. Todos coincidieron en opinar que había ocurrido una gravísima injusticia.
El segundo libro de Yallop, El día en que cesaron las risas, fue ampliamente aclamado a ambos lados del Atlántico y está considerado como la biografía definitiva y la rehabilitación póstuma del famoso actor de cine mudo Roscoe (Fatty) Arbuckle. El libro aclara un asesinato misterioso que había quedado sin resolver a lo largo de cincuenta años.
El tercer libro de Yallop, ¿Más allá de toda duda razonable?, condujo directamente a la liberación de un hombre que había sido condenado a cadena perpetua por un doble asesinato. Este hombre, llamado Arthur Thomas, ya había sido juzgado dos veces, había apelado otras dos contra la condena y llevaba más de siete años en prisión cuando Yallop se dedicó a investigar lo que gracias a sus esfuerzos se convertiría en la causa criminal más célebre de la historia de Nueva Zelanda. Después de publicarse el libro de Yallop, a Thomas le fue concedido el perdón real y posteriormente una comisión real llegó a la conclusión de que había que indemnizarle con un millón de dólares.
Si en su anterior libro Yallop se propuso sacar a un hombre de la cárcel, con su cuarto volumen, titulado Líbranos de todo mal, su intención era conducir a un hombre a la cárcel. Durante más de dos años Yallop se dedicó a perseguir al Descuartizador de Yorkshire en el norte de Inglaterra. Durante más de cinco años, este múltiple asesino eludió a las fuerzas policiales británicas, sin cesar de matar una y otra vez. Su captura debió de ser la más costosa de la historia, pues se invirtieron más de diez millones de libras esterlinas.
En junio de 1980 Yallop entrevistó al superintendente George Oldfield, que había estado al frente de las fuerzas policiales que perseguían al terrorífico asesino desde hacía muchos años. En el transcurso de la entrevista, registrada en magnetófono, David Yallop afirmó, y de ella extractamos:
“Creo que el hombre al que usted busca es un camionero que vive en Bradford y que trabaja por la zona de Baildon, Bingley y Shipley de esta ciudad. También estoy convencido de que es un hombre casado pero sin hijos; tiene alrededor de treinta y cinco años, es de cabello oscuro y lleva un bigote de los llamados mostachos del rey Jasón, aunque este último detalle no es constante, ya que a lo largo de su profusa carrera de asesino nuestro hombre se afeita de cuando en cuando su poblado bigote”.
“También pienso, señor Oldfield, que el hombre al que llaman el Descuartizador no es el autor de la llamada cinta Geordie que en su opinión proviene del asesino. Estoy seguro de que el hombre al que usted busca no es el autor de las cartas ni mató a Joan Harrison. Sin embargo, asesinó o trató de asesinar a muchas otras mujeres a las que usted no ha vinculado con los crímenes del Descuartizador”.
Siete meses después de que Yallop efectuara estas afirmaciones, el Descuartizador de Yorkshire, Peter Sutcliffe, fue atrapado.
Cuando le arrestaron, Sutcliffe tenía treinta y cuatro años. Estaba casado pero no tenía hijos. Era camionero. Vivía en Bradford. Trabajaba por la zona de Baildon, Shipley y Bingley de dicha ciudad. Tenía el cabello oscuro y lucía un poblado bigote de los llamados mostachos del rey Jasón, aunque de vez en cuando, mientras perpetraba sus secretas masacres, se lo había afeitado. No había mandado la grabación conocida como cinta Geordie. Tampoco era el autor de las cartas. Se demostró que no había matado a Joan Harrison, y que todos y cada uno de los nombres adicionales que David Yallop había proporcionado a la policía siete meses antes pertenecían a mujeres que habían sido víctimas de Sutcliffe.
Esta impresionante serie de éxitos ha brindado a David Yallop una merecida fama como extraordinario investigador. Yallop recibe constantes demandas desde muchas partes del mundo en las que se le pide, se le exige o se le ruega que investigue determinado asesinato o determinada injusticia que se presume que han sido cometidos. Entre otras, Yallop recibió una solicitud particularmente singular en la que se le pedía que investigara una muerte especial. La solicitud provenía del Vaticano. La muerte era la del papa Juan Pablo I, el papa sonriente que había reinado treinta y tres días en 1978.
Poniendo en la tarea todos sus recursos y su talento de investigador, David Yallop, escritor de origen católico, se lanzó de lleno a la tarea. Si hay algo que lo cualifique especialmente es su minuciosidad para informarse y comprobar la veracidad de los informes que recibe. En los últimos dos años las investigaciones de Yallop han cubierto un amplísimo abanico, en el que se incluyen las secretarías pontificias, la mafia, numerosos cardenales, sociedades secretas, los archivos del Departamento de Estado y diversos expedientes del FBI.
Hoy por hoy David Yallop ha terminado sus investigaciones en relación con una muerte que oficialmente no presenta ningún misterio, que oficialmente carece de toda violencia, que oficialmente no tiene intriga ninguna. La conclusión, sin embargo, es que se trata de un asesinato.
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